Una familia a la que le sobra la escuela
28 de Enero del 2007 EL TIEMPO.
NÉSTOR ALONSO LÓPEZ L. ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO. TRIGANÁ (CHOCÓ)
Neil Ochoa y Ruthie Laguado nunca han mandado a sus cuatro hijas y dos hijos a clases. Los han formado como autodidactas, de acuerdo con los temas que ellos mismos plantean. Argumentan que en la escuela los niños obtienen mucha información, pero no aprenden a pensar.
Ni Nethie Ochoa Laguado, de 21 años; ni sus hermanos Jesedh, de 18; Khalil, de 16; Hazel, de 14; Swani, de 12, y Zahorí, de 9, han sabido en sus vidas lo que es madrugar a estudiar, trasnochar para un examen, repetir planas de palabras o ser reprendidos por unas notas bajas. Jamás han ido al colegio.
La familia ha trasegado por varias partes y hoy vive en una cabaña de San Francisco, un pueblito chocoano, a orillas del mar Caribe.
En un principio, con Nethie, no se trataba de dejarla para siempre por fuera del sistema educativo, sino de aplazarle el trauma de la separación de sus padres. Pero luego concluyeron que era mejor educarla en la casa. Con el resto se afianzó esa convicción.
"No queríamos que les castraran su felicidad de niños", expresa Neil, el padre.
Son los mismos chicos quienes ponen los temas de estudio. Por eso leer, escribir, sumar y restar y todo lo que normalmente le enseñan a un alumno en el colegio fueron conocimientos que cada uno buscó cuando quiso. La ortografía y las tablas de multiplicar estaban abolidas del programa, en cambio no era opcional saber encender un fuego, comer saludable y producir el alimento, cuidar la naturaleza y reciclar, entre otros saberes que consideran esenciales para sobrevivir.
No obstante, todos han terminado cultivando el gusto por los libros. Nethie garabateó sus primeras palabras sin cumplir los 3 años, pero apenas escribió una página completa a los 14, cuando quiso copiar una canción de Nino Bravo y Ruthie se negó a seguirle sirviendo de secretaria. Luego, Jesedh empezó a husmear en lo que escribía su hermana mayor y así se inició en el alfabeto. Creían que Hazel se iba a quedar analfabeta, hasta que un día, a los 5 años, Nethie juntaba las letras de un paquete de pastas y por detrás él leyó la palabra corazoncito.
Si surge una pregunta la debaten en familia y empiezan a teorizar, partiendo del que posea menos información. Solo después de terminar la ronda ponen sobre la mesa lo que dicen los libros o versiones de segunda mano, con la condición de que nada es irrebatible, por más que lo hayan dicho Einstein o Jesucristo.
En una habitación de la cabaña playera donde ahora residen hay un estante con sobrecupo de libros gracias a las donaciones. Además, Nethie complementa con las consultas en Internet.Cualquier momento es bueno para compartir una lectura o una inquietud con los demás, incluso mientras se acompaña al que hace el desayuno. Pero en las noches superestrelladas de San Francisco y con la música del mar como fondo, no falta jamás un rato para la literatura.
"¿Qué es lo más difícil con ellos? Que son seres muy creativos, pero como todo lo someten a la duda es desgastante -responde Ruthie, la mamá-. Y eso suele ofuscar mucho a los adultos".
Mundos diferentes
Cada uno es un mundo aparte: Nethie, la mayor, se la goza con la guitarra, tejiendo y pintando sobre el cuerpo con jagua y suele liderar proyectos; Jesedh, la que le sigue, es talentosa con la costura, le encanta la legislación ambiental y sueña con involucrarse en acciones para la protección del Planeta.
Swani quiere viajar y trabajar con mujeres y niños. Khalil es hábil con las manualidades y la pintura y posee alma de teatrera.
Los hombres no se les quedan atrás. Hazel conoce las especies marinas y todos los árboles del bosque, mientras que Zahorí distingue las aves por el canto y espera aprovechar ese oído como cantante.
Al preguntarles si alguna vez han extrañado ir a la escuela, Nethie acepta que sí. Fue a los 8 años y vivían en una vereda de Bello (Antioquia). Ruthie la llevó y antes de que sonara el timbre de salida descubrió que en realidad lo que quería era una lonchera. Se la compraron y ella la llenó de lápices de colores.
Con Icfes certifican lo que saben
(el ICFES: es la prueba de Estado, necesaria para entrar a la Universidad. Colombia)
Autodidactas como los Ochoa Laguado acreditan sus conocimientos si quieren ingresar a la universidad con la prueba Icfes. Deben sacar mínimo 250 puntos entre 400, que es el máximo.
Nethie y Jesedh lo presentaron en el 2005, pero la segunda se 'corchó' por 10 puntos y lo piensa repetir en octubre del 2008.
Pero su interés no es entrar a la universidad -piensan seguir formándose por su cuenta- sino demostrar que no es necesario ir a una institución para aprender. Eso sí, admiten que les faltó preparación en inglés, química y física.
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